Nuevo paradigma en la confianza
- Opinión
En este artículo de opinión Diego Roldán, de Deloitte, habla sobre que la tecnología no solo está revolucionando la forma de identificar a las personas. También está revolucionando, y este sí es un cambio transcendente, la forma en que confiamos entre las propias personas.
Desde que hace dos años, en marzo de 2016, se aprobó una directiva del SEPBLAC (Servicio de Prevención y Blanqueo de Capitales) autorizando la contratación de productos financieros de manera remota gracias a la identificación electrónica mediante el uso de nuevas tecnologías, no son pocos los avances que hemos presenciado en el área de Onboarding Digital. En este tiempo, las compañías implicadas en su desarrollo han sabido sacar el mayor partido a las distintas herramientas disponibles, combinándolas de manera que la experiencia de usuario sea cada vez más satisfactoria.
Este tema se publicó en el número de febrero de la revista IT Digital Securiy, cuyo tema de portada se centró en las vulnerabilidades de Spectre y Meltdown, que puedes descargarte desde este enlace.
Por ejemplo, la capacidad de utilizar sistemas de reconocimiento de caracteres (OCR) para captar los datos del DNI de los solicitantes, así como la comparación biométrica en tiempo real, facilitan que la identificación del solicitante sea no sólo rápida, sino también precisa.
En este sentido, veremos muchos avances. A la implementación de la firma biométrica basada en características físicas de los individuos (huellas dactilares, retina, iris o incluso patrones faciales) que son difícilmente falsificables, o copiables, se irán añadiendo las características de comportamiento único de cada persona, lo que significa que los sistema de autentificación no sólo reconocerán, por ejemplo, la huella dactilar de un individuo, sino también factores como la presión que suele ejercer sobre el lector, la probabilidad de que use una mano u otra según sus costumbres, el ángulo en el que normalmente apoya el dedo para que sea reconocido o el tiempo que tarda en responder a la petición de identificarse para, analizando toda esa información física y del comportamiento de usuario, reducir drásticamente, las probabilidades de error, de coacción o de un acceso fraudulento y acercarnos al fallo cero en la identificación.
Pero la tecnología no solo está revolucionando la forma de identificar a las personas. También está revolucionando, y este sí es un cambio transcendente, la forma en que confiamos entre las propias personas.
Hasta ahora, a la hora de realizar transacciones importantes, las personas no terminábamos de confiar entre nosotras y teníamos la necesidad de incluir en esas transacciones a terceras personas o entidades, normalmente, además, muy reguladas, para darnos esa confianza.
Cuando pagamos a desconocidos, lo hacemos a través de entidades financieras. Cuando compramos o vendemos una vivienda, la inscribimos en el registro de la propiedad. Las disputas y las evidencias dejamos que las valore un juez. Las transacciones importantes las hacemos delante de un notario. Pagamos las operaciones importantes “por banco” para que quede constancia. De hecho, desde que nacen, inscribimos a nuestros hijos en el registro.
Pero este modelo también está cambiando con la tecnología blockchain. El concepto es muy sencillo, esta tecnología permite que las propias personas, independientemente de lo confiables que sean individualmente (que las habrá más y menos confiables), se den confianza entre sí como grupo sin necesidad de delegar esta confianza en ninguna persona o entidad especialmente “de fiar”, sino en la propia tecnología blockchain.
Blockchain es simplemente un archivo que todas las personas de un grupo definido comparten y en el que lo que anota un individuo es automáticamente validado “tecnológicamente” por todo el grupo y escrito de forma “tecnológicamente” inalterable en ese archivo compartido por todos.
Esta idea sencilla revolucionará la forma en la que confiamos entre nosotros. ¿Seguiremos necesitando el registro para confiar la propiedad de nuestras casas si tenemos un registro electrónico inalterable en el que confiar? ¿Necesitaremos que alguien valide evidencias y pruebas que toda la red validó con el consenso de la mayoría y que han sido técnicamente inalterables desde que ocurrieron? Seguiremos realizando determinadas transacciones ante notarios, pero ¿lo haremos de la misma forma que hasta ahora? ¿Pagaremos por banco pudiendo pagar directamente mediante “cripto”-transacciones validadas inmediatamente por la tecnología de la propia red de individuos? ¿Confiaremos nuestra identidad, y de hecho nuestra propia existencia, a registros centrales cuando podemos hacer que sea el propio grupo el que de forma tecnológica, inmediata y transparente valide que somos quienes decimos que somos y que lo somos desde que nacimos?
Es evidente que seguiremos necesitando estos organismos centralizados de confianza de alguna manera, pero también lo es que cambiara la forma de utilizarlos. Y de hecho todos estos agentes ya se están adaptando para hacer posible la nueva vida digital manteniendo e incluso mejorando los niveles de garantías ofrecidos.
Las entidades financieras, pioneras en el uso de estas tecnologías, deben asegurarse de que todos sus procedimientos están alineados con los requisitos legales exigidos para su uso a la vez que aportan el máximo valor a sus clientes.
Pero esto no es fácil en el mundo digital, en el que tanto la regulación como las tecnologías y las costumbres de los usuarios cambian cada vez más rápidamente. Antes necesitábamos decenas de años para ver cambios significativos en la forma en que las personas y los mercados se relacionaban e interactuaban, pero ahora los cambios suceden cada año.
Vivimos en un mundo donde la digitalización avanza a pasos agigantados, convirtiéndose en la máxima aspiración de cualquier empresa o proceso. Es, además, una demanda cada vez más acuciante de las nuevas generaciones, aquellos que han crecido con estas tecnologías perfectamente integradas en su día a día y que quieren disfrutarlas en cualquier ámbito. Y, sobre todo, aquellos que han nacido en un entorno de cambio continuo al que están acostumbrados. Satisfacer estos requerimientos, con el mayor grado de seguridad posible, es, sin duda alguna, el motor del desarrollo futuro de estas soluciones.
En este sentido, el factor clave de éxito, dejará de ser la propia adaptación a las tecnologías actuales sino la adaptación al cambio continuo de las tecnologías, la regulación y las expectativas de un entorno en cambio constante.
Diego Rodríguez Roldán, Director de Risk Advisory de Deloitte