Las personas cometemos errores. Es como crecemos y aprendemos. Pero cuando hablamos de tecnología, con una industria como la del cibercrimen al acecho de cada una de nuestras faltas, cometer un error puede salir muy caro. Se calcula que el 95% de las brechas de seguridad tienen al ser humano como la principal causa; es decir, que si fuésemos capaces de elimina el error humano de alguna manera, 19 de cada 20 brechas de seguridad no se habrían producido.
Los errores humanos son difíciles de abordar porque en la mayoría de las ocasiones no son intencionados. Van desde la descarga de un archivo malicioso a utilizar contraseñas poco seguras o incluso navegar por páginas web poco apropiadas. Hay que tener en cuenta, además, que los entornos laborales son ahora mucho más complejos, con más herramientas y servicios que requieren un mayor uso de contraseñas. Durante los últimos meses la explosión del teletrabajo ha roto definitivamente el perímetro de seguridad y colocado a los usuarios lejos de los departamentos de TI. Las técnicas de ingeniería social que empujan a los empleados a pinchar en enlaces maliciosos, abrir puertas traseras, descargarse documentos que nunca debieron abrirse o ceder sus credenciales, se han incrementado y profesionalizado. Los ataques, en definitiva, son más dirigidos, y caer en las trampas de los ciberdelincuentes no es tan complicado como pueda parecer.
