Sólo el 22% de las organizaciones cuenta con un programa de inteligencia de amenazas completamente maduro

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Tras recabar la opinión de más de 300 profesionales de TI responsables de la detección, el análisis y la respuesta frente al malware dentro de sus organizaciones, OPSWAT concluye que menos de una cuarta parte (22%) cuentan con un programa plenamente maduro de inteligencia de amenazas.

El estudio del especialista en soluciones de seguridad para la protección de infraestructuras críticas evalúa el nivel de madurez de las estrategias empresariales para gestionar el panorama actual de las amenazas y cómo prepararse para los retos futuros.

Como principales conclusiones de la investigación destacan que el 22% de las empresas encuestads cuenta con programas de inteligencia de amenazas plenamente maduros, y la mayoría (68%) indica que se encuentra en las primeras fases o que necesita realizar inversiones adicionales en herramientas y procesos.

Otro resultado es que, aunque sólo el 11% de los encuestados utiliza actualmente la IA para la detección de amenazas, el 56% de los profesionales de la seguridad se mostró optimista sobre su uso en el futuro, frente a un 27% que se muestra escéptico.

Sobre los retos más comunes que enfrentan en este ámbito, la investigación destaca que el 68% tiene problemas a la hora de detectar el malware, tanto conocido como desconocido, el 67% lidia con soluciones basadas en firmas inadecuadas y un 54% cuenta con herramientas fragmentadas.

Las amenazas aprovechan el malware como punto de apoyo inicial para infiltrarse en las infraestructuras objetivo y desplazarse lateralmente para obtener acceso a largo plazo, causar daños o filtrar datos y secretos comerciales. Para combatir estas amenazas con eficacia, las organizaciones confían en la inteligencia sobre amenazas procesable recopilada a través de sandboxes y tecnologías y procesos avanzados de análisis de malware. Según OPSWAT, este enfoque proactivo permite a las organizaciones reforzar las defensas de sus infraestructuras, mejorar las capacidades de respuesta ante incidentes y adaptar las estrategias de seguridad en función de las amenazas específicas que puedan encontrarse.